Dicho así suena fácil y ya sé que no lo es. Soy plenamente consciente de que hay días en los que el dolor es insoportable y sientes que no puedes, pero quejarte y lamentarte no va a solucionar nada y tampoco va a hacer que el malestar desaparezca.
Piensa que cualquier cambio en la vida, cualquier mejora que te propongas, requiere un esfuerzo por tu parte. Tu cuerpo y tu mente siempre van a buscar mil y una excusas para evitarlo a toda costa. ¿Por qué? Muy sencillo, es lo más cómodo.
Puede que te dé pereza, que hayas perdido las ganas porque crees que nunca volverás a ser el de antes o, quizá, has decidido dar el paso, pero no sabes por dónde empezar. Sea cual sea tu situación, si quieres, puedes cambiarla. Estoy aquí para ayudarte a conseguirlo.
Desde emotĭo (del latín «aquello que te mueve hacia»), me propongo mover a mis pacientes hacia un estado de autonomía, de autogestión de su salud, porque nadie conoce su cuerpo mejor que uno mismo. Siempre y cuando nos dignemos a escucharlo y a atenderlo, claro.
En esta sociedad de la prisa en la que no tenemos o no gestionamos bien nuestro tiempo, cada vez cuesta más encontrar el modo de concedernos unos minutos para cuidarnos a nosotros mismos. Pero merece la pena buscarlos. Eso sí, como diría el maestro Yoda: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. Que viene a decir, básicamente, ve a por todas.
Paso a paso, a tu propio ritmo, la cuestión es no desistir. Esa es la clave para pasar de ese estado de quietud, dolor, ansiedad y malestar en el que te encuentras a otro de fluidez, relax, bienestar y felicidad. Yo tengo claro cómo prefiero estar, ¿y tú?